Vale que los italianos tendrán la pizza, un bien gastronómico que derrite paladares allá por donde pasa, pero los valencianos también contamos con tesoro culinario parecido. Hablamos de la coca, la salada, la joya de los panaderos, la que tu abuela prepara un sábado así tonto para almorzar y con la que los ojos te hacen chiribitas cuando la ves en el mostrador del horno.
Se dice que los romanos ya la preparaban en su época y que en la Corona de Aragón era uno de los platos insignia del reino. De hecho, lo que llamamos «coca valenciana» también se replica en Cataluña, Baleares, Andorra y comarcas de Aragón.
Hay incluso teorías que dicen que antes de la pizza estaba la coca y que esta llegó desde la Corona a Nápoles, se quedó y la receta fue cogiendo forma hasta llegar a lo que hoy conocemos como «pizza napolitana».
Sea como fuere, la cosa es que la coca es patrimonio gastronómico de nuestra tierra. Como la horchata, el arroz al horno, la paella o el turrón de Xixona. Siempre ha sido el almuerzo preferido de los panaderos, elaborada a partir de una masa de pan normal y corriente y con alimentos de temporada por encima como pimiento o cebolla. Tan simple como eso.
La forma, alargada, se ha ido variando con el tiempo porque «cada maestrillo tiene su librillo». La podemos encontrar como las de la foto o en pequeñas masas redondas como les gusta hacerlas en Oliva o grandes y rectangulares.
En comarcas del interior de Valencia es normal encontrarse la receta de coca de embutido que lleva longanizas y tocino. La verás por zonas como Ontinyent, Alcoy y el Alto Palancia.
También, en Valencia, restaurantes han puesto en valor este plato con una carta dedicada en exclusiva a sus múltiples combinaciones.
La receta es bastante simple y permite múltiples combinaciones. Tantas como ingredientes tengas a tu disposición. Y eso solo en el apartado salado porque los valencianos también tenemos otra, la dulce, conocida como coca de llanda. Pero esa la dejamos para otra ocasión.
Foto de portada: Restaurante Zalamero