La horchata, ¿con rosquilletas o fartons? «Con fartons, está claro«, pensarás. Pues tenemos que decirte que está lejos de la tradición valenciana.
La horchata, todo un icono de Valencia y uno de los alimentos patrios más protegidos de críticas externas, también siembra discordia. Tanta o más que la paella. La cosa es que, aunque parezca mentira, esta bebida siempre se ha sucado con rosquilletas.
Los fartons, que tan populares son hoy, eran totalmente desconocidos hace apenas 50 años. Por aquel entonces, siempre que se quería mojar «algo» en la horchata, se hacía con rosquilletas o trozos de pan seco y alargados. Sus defensores dicen que era (y es) más sano y natural. Los detractores, que no se empapan bien e incluso se rompen.
Pero fue en Alboraya (¿dónde si no?) donde cambió la historia y la familia precursora de la idea te sonará. Los Polo, que por entonces trabajaban en un obrador, experimentaban con nuevas técnicas y productos para sorprender a sus clientes. Entre ensayo y ensayo, el fartó nació como un producto que cumplía todos los requisitos que se buscaban: compacto, alargado y se empapa rápidamente, detalla el propio José Polo para El Mundo.
La creación se extendió como la pólvora por las horchaterías de Alboraia durante los años siguientes y en 1973 ya se comercializaban en toda la región.
En los 90 llegó a las estanterías de los supermercados y hoy es todo un fijo en cualquier merienda con horchata hasta el punto de dejar a las rosquilletas como un acompañamiento casi marciano. Nada más lejos de la realidad.
A diferencia de lo azucarado que puede resultar un fartó, las rosquilletas solo llevan harina, levadura, sal, aceite y agua. En ocasiones pipas, cacahuetes o chocolate. Y es una alternativa totalmente válida para sucar en horchata. ¿Recuperamos la tradición?