Cuando salgan de la Comunitat Valenciana, hagan la prueba: pidan un almuerzo compuesto por una picaeta y altramuces, bocadillo de barra de cuarto, tercio de cerveza y de postre, cremaet. O simplemente digan que quieren “un esmorzaret”. La cara que se le pondrá al camarero será igual que la que se te pone a ti al leer poesía en islandés.
El almuerzo en Valencia tiene un componente cultural, social e identitario muy vinculado al territorio. Y dentro de este espacio caben múltiples interpretaciones de un mismo concepto. ¿O es que es lo mismo pedirse un creamet en el interior de Castellón que en el centro de Valencia?
Sobre estas y muchas otras curiosidades del esmorzar reflexiona Joan, autor de la cuenta @esmorzaret. Un Michael Robinson en el “Lo que el ojo no ve” del almuerzo.
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Enamorado de la gastronomía, la idiosincrasia de los mercados y las distendidas conversaciones de bar, destiló su conocimiento en esta cuenta, que une modernidad, tradición y costumbrismo.
“El objetivo de @esmorzaret es contar el universo del almuerzo, una parcela gastronómica que aúna tradición, comida popular y la cercanía entre la gente. Me gusta contar más que el almuerzo en sí, todo lo demás. Como de dónde viene el producto, la importancia del pan… Y me doy cuenta que a la gente la cultura del almuerzo le apasiona”, explica el autor.
Plasma en forma de crónicas y bodegones los entresijos de bares vinculados a la cultura del almuerzo. Y con él, sobre la barra de La Bernarda en el Mercado de la Tapinería, toca recapitular para descubrir los últimos secretos del esmorzaret valenciano.
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¿Un clásico que hay que visitar?
Cada espacio tiene sus detalles que lo hacen único y por los que merece la pena visitarlo. Trinquet de Pelayo o La Bernarda son espacios nuevos que han adoptado la tradición y tienen muy buen producto para dar un almuerzo de calidad y a precio razonable. Pero igual no tienen esa solera a la antigua, con los parroquianos de siempre.
Un sitio para mí que es muy fetiche es La Pérgola. El espacio es carismático, el bocadillo, único, el servicio va a tope, pero es pura atención. La cocina aúna tradición, solera y buen producto con personalidad.
Fuera de Valencia, Casa Cent Duros en Borbotó me parece un sitio especial. Muy tradicional.
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¿Un sitio que hayas descubierto recientemente que te haya sorprendido?
El Bar Mistela. Cuida todos los detalles de la tradición, con hasta las rabaneras de metal. Es alta cocina llevada al almuerzo y el producto lo trabajan todo ellos. Es una referencia en cuanto almuerzo y calidad.
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¿Un lugar en el que hayas tenido la experiencia más redonda?
El Trocito del Medio, un almuerzo frente al Mercado Central con aceitunas variadas de buena calidad, bocadillo de lomo de cerdo, con patatas y alioli, que me parece espectacular, el cremaet es muy redondo.
¿Un bocadillo que hay que probar en Valencia?
Uno que recuerdo mucho es el de revuelto de sobrada con pollo a la brasa de Trinquet de Pelayo. Nada más morderlo, pensé: “Madre mía”. O el ‘Super Bombón’ de la Pérgola con patatas a lo pobre, champiñones, queso, lomo, panceta y la salsa especial. Estratosférico.
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¿Con qué cremaet te quedas?
Un buen cremaet tiene que tener una buena proporción de azúcar y sabor a ron. Puede jugar un papel más de postre, más dulce, o de carajillo. El espectro aquí puede ser muy amplio. En La Bernarda es muy dulce, una especie de caramelito. A las afueras de Valencia son más rudos, con un punto más de carajillo que no está mal.
Si me tengo que quedar con uno, optaría por el de Casa Herminia en Pobla Tornesa (Castellón). Es el cremaet tanga, con una línea de café finísima, casi petróleo, pero con mucho sabor a cafe. Es un sitio espectacular.
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El pan, mucho más importante que el relleno.
Sí, es fundamental. En función de cómo sea, tendrás una buena digestión del almuerzo. Te caerá bien o será más pesada. Y disfrutarás de la experiencia, o no, según las texturas. Un mal pan se hace una bola en la boca.
En el esmorzaret todo tiene lógica. Te pones a investigar y a nivel gastronómico tiene su porqué. Por ejemplo, la picaeta con encurtidos te prepara la boca para saborear mucho más lo que viene después. La guindilla te activa las papilas gustativas para que luego todo sepa mejor. Los altramuces ayudan a regular el colesterol y te sacian más antes de empezar con una comida muy grasa. Parece un tontería, pero es cultural popular y tradición gastronómica.
Palabra de @esmorzaret.
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