Varias décadas son el tiempo suficiente para generar un sentimiento de pertenencia y, por lo tanto, también de pérdida cuando algo desaparece. Es precisamente ese sentimiento el que despertará en los transeúntes habituales de la calle de Manuel Candela notar la ausencia de la Trattoria Napoletana Da Carlo en su número 79.
Todo un emblema de la gastronomía italiana de la ciudad, el de Carlo D’Anna y Adela Crispino era uno de esos restaurantes que hay que probar una vez en la vida. Pero desde el pasado fin de semana esa posibilidad ha quedado descartada y las próximas generaciones de gourmets de Valencia se han quedado huérfanas de la posibilidad de probar el que era uno de sus mejores italianos o, por si alguien lo discute, al menos uno de los más auténticos.
Como en casa
La autenticidad venía de la mano del acento italiano de la pareja que llevaba la batuta, ingrediente común a todos los platos de su carta. Tras enamorarse en su Nápoles natal, se enamoraron también en los 90 de una Valencia de la que no era tan fácil hacerlo como ahora. Después de pisar la terreta durante varios veranos se decidieron a asentarse y trajeron en su maleta lo mejor de la cocina napolitana.
De cada una de sus propuestas destacaba también la calidad del producto, traído cada día del mercado en una búsqueda constante del equilibrio perfecto entre la comida italiana y el producto valenciano. Lo mejor del sabor local de ambas costas del Mediterráneo.
Hoy no queda nada ya de ese ambiente casi familiar que caracteriza toda trattoria y del que todavía nadie ha cogido el relevo. Más allá del mundo de la pasta y de la pizza (aunque en honor a la verdad la suya estaba considerada una de las mejores de Valencia), la Trattoria Napoletana Da Carlo deja un hueco en la oferta gastronómica valenciana que será difícil cubrir.