La historia y el machismo han eclipsado la obra de mujeres increíbles. Personas que se dieron de bruces frente a una sociedad patriarcal donde el hombre acaparaba todos los logros. No se les permitía desarrollar su potencial, ni ser protagonistas, aunque estuviesen detrás de muchos de los avances promovidos por sus maridos. Son las mujeres en la sombra de la historia, como es el caso de Manuela Ballester.
Esta artista valenciana fue una de las más prolíficas en la España de los años 30. Su convicción sobre las ideas políticas de izquierdas hizo que tuviera un papel destacado en la creación cultural del bando republicano, produciendo obras, revistas, cartelería y propaganda durante la Guerra Civil. Sin embargo, se le recuerda poco por su trabajo individual. Fue la mujer que acompañó durante toda su vida al artista Josep Renau, otra de las mentes privilegiadas del panorama artístico de la España de la República.
Hija de un escultor y una modista, Ballester ingresó en 1922 en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Carlos. Fue aquí donde entró en contacto con Renau y su entorno hasta el punto de fundar el grupo conocido como la «Generación Valenciana de los Treinta».
Se especializó en la pintura y las artes plásticas, lo que le llevó en varias ocasiones hasta Madrid, donde se interesaría por la obra de los grandes referentes del Museo del Prado. Sin embargo, su producción más destacada se produjo durante la Guerra Civil.
Ballester creó la revista Pasionaria durante el conflicto, en honor a la política Dolores Ibárruri. Esta era una publicación enfocada a las mujeres antifascistas de Valencia y en ella colaboraban artistas de la época como Elisa Piqueras y Amparo Muñoz Montoro, según explica la Real Academia de la Historia.
Acto seguido, la artista valenciana pasó a la cartelería y propaganda de guerra del Frente Popular, cuyo trabajo le valió la Medalla al Valor del Ministerio de Defensa en febrero de 1936.
Renau y Ballester formaban un matriomonio artístico de referencia en aquella época, aunque a posteriori se ha recordado más la obra de su marido. Su implicación en el Frente Popular hizo que la familia tuviera que exiliarse a México tras el conflicto, lo que supuso un frenazo en seco a la carrera de Ballester.
En México, donde llegaron en 1939, se dedicaría a dar clases de pintura y alfabatización de mujeres indígenas, tal y como explica detalladamente este reportaje de Valencia Plaza. Pero, en 1959, el matriomonio pondría de nuevo rumbo a Alemania por circunstancia profesionales de Josep Renau. Manuela Ballester viajó con él y puso fin a su carrera como artista.
En la Alemania de la posguerra, la artista adoptaría un rol de ama de casa y al poco de llegar, el matriomonio pondría punto y final su historia con un divorcio en 1962.
En 1982, falleció Josep Renau. 12 años más tarde lo haría Ballester, que pidió ser enterrada junto a su marido en Alemania, el último país donde el matriomonio valenciano vivió.
Foto: Wikimedia (Hugo Zaragoza)