Es uno de los bares más conocidos de la ciudad, y de los más míticos sin lugar a dudas gracias a su espléndida carta de bocadillos (más de 50). Y ahora, 96 años después de su fundación (que se dice pronto), La Pascuala abandona definitivamente su pequeño local en la calle Eugenia Viñes para ocupar uno considerablemente más espacioso en el número 297 de Doctor Lluch.
Pensar en venir a este local era pedir mesa con al menos 15 días de antelación, porque si no era imposible. Ahora, en su nuevo espacio, el lleno es el mismo pero ya puedes ir un poco más de improviso. El número de mesas, altas y bajas, se ha multiplicado. Sin embargo tampoco es estampa extraña ver a gente esperando en la calle para entrar.
Las tapas, los bocadillos y los platos tradicionales de La Pascuala se han abierto un lugar en los corazones de todos los valencianos, principalmente entre sus vecinos. Los detalles que adornan su nueva casa están cargados de detalles marineros, clásicos del barrio del Cabanyal-Canyamelar. Incluyendo un gran mural de cerámica.
El templo se ha trasladado solo unos metros (550 andando, según Google Maps), pero el cambio es sustancial. Lo que no cambia es la cocina: su all i pebre, sus calderetas y, por supuesto, sus bocatas siguen siendo de diez.
Fuente de la imagen de portada: La Rotativa Gastronómica