
Aunque hoy pueda parecer anodino, hubo un periodo en la historia donde no solo existía un Papa, sino hasta tres de manera simultánea. Sucedió durante los siglos XIV y XV con el estallido del Gran Cisma de Occidente, un periodo de confrontación en la Iglesia católica que dio como resultado la existencia de tres papados simultáneos, cada uno reclamando su legitimidad.
Uno de ellos fue el de Pedro Martínez de Luna, conocido como el Papa Luna o Benedicto XIII, elegido por la obediencia de Aviñón en 1394 y legitimado por los reinos de Aragón, Castilla, Navarra y Escocia, en paralelo al papado de Roma.
Sin embargo, con el tiempo, su apoyo fue disminuyendo en Europa, especialmente tras el Concilio de Pisa en 1409, que intentó resolver el cisma eligiendo un tercer papa, pero solo añadió más confusión.
El Cisma de Occidente fue un período de gran confusión y crisis para la Iglesia Católica, que duró casi 40 años (1378-1417), durante los cuales coexistieron hasta tres papas: uno en Roma, otro en Aviñón y un tercero en Pisa. El papado de Benedicto XIII careció, en gran medida, de un apoyo amplio fuera de la Corona de Aragón y algunos territorios fieles.
Como consecuencia, varios sectores de la Iglesia propusieron a Benedicto XIII renunciar al papado para poder así resolver el cisma que reinaba en el catolicismo en ese momento. El Concilio de Constanza (1414-1418) fue decisivo: logró la renuncia de los papas rivales de Roma y Pisa, y excomulgó a Benedicto XIII, quien se negó a abdicar.
Finalmente, se eligió a Martín V como único papa legítimo, poniendo fin al cisma para la mayoría de la cristiandad, aunque el Papa Luna siguió considerándose el verdadero pontífice hasta su muerte.
El Papa Luna desechó la idea de renunciar y, para afianzarse en el poder, decidió refugiarse en el castillo de Peñíscola, que formaba parte de la Corona de Aragón, donde aún era reconocido como papa, permaneciendo allí desde 1411 hasta su muerte en 1423.
Respecto a la expresión «mantenerse en sus trece», es cierto que la teoría más popular la vincula con la obstinación de Benedicto XIII, quien, pese a las presiones, se mantuvo firme en su título papal de Benedicto XIII y en su pretensión al pontificado.
Sin embargo, existen otras teorías sobre el origen de la frase, como su posible relación con un antiguo juego de cartas o con los trece principios de fe del judaísmo, aunque la vinculación con el Papa Luna es la más extendida y aceptada en la cultura popular española.
Así, Luna se mantuvo «en su trece», es decir, en su nombre papal de Benedicto XIII, defendiendo su legitimidad hasta el final. Esta actitud dio origen, según la versión más difundida, a la expresión que hoy se utiliza para describir a personas inamovibles en sus convicciones, aunque todo el mundo les contradiga