Joan Baldoví, diputado por Compromís, reclama soluciones naranja en mano al gobierno desde la tribuna del Congreso, los agricultores arrojan clementinas ante la conselleria de Agricultura como protesta y, mientras, cientos de campos de la huerta valenciana se llena de olor a podrido por los cítricos sin recoger. En los últimos dos meses estos son algunos de los hechos que se han sacudido la crisis de la naranja valenciana, que ha vivido en 2018 uno de sus peores episodios. Pero, ¿qué ha sucedido exactamente?
La taronja y la clementina viven una situación de contrastes en la que realidad y ficción estaban bastante alejadas. La naranja sigue representando entre la gente un símbolo de orgullo y pilar de la agricultura valenciana.
Sin embargo, la otra cara, la que se vive día a día en las comarcas, es la de precios por debajo de coste de producción, competencia «desleal» de producciones extranjeras y un completo abandono de campos de cultivo. Recoger no sale ahora mismo rentable para muchos agricultores.
Para la Unió de Llauradors, principal asociación agraria del campo valenciano, la raíz del problema está principalmente en la importación de naranja de países como Sudáfrica, que goza de una reducción progresiva de los aranceles gracias a un acuerdo con la Unión Europea. En cifras equivale a pérdidas de 85 millones de euros de un total de 130, según calcula l’Unió. A eso se le añade el impacto de las lluvias torrenciales en los cultivos.
Los datos de la Asociación Valenciana de Agricultores señalan números diferentes, pero mismos culpables. Las pérdidas por lluvias se cifran en 91 millones, la caída de los precios en 52 y la falta de demanda en 20. Lo que está claro es que vivir hoy de la naranja en Valencia es tirar el dinero.
La campaña del año pasado por estas mismas fechas ofrecía unos precios de mercado mucho más elevados. Por ejemplo, la variedad de clementina Clemenules se vendía con una horquilla de precio en Alicante y Castellón de 20 y 44 céntimos por kilo. Esta última semana no ha pasado de los 23 céntimos como valor máximo, según datos de la conselleria de Agricultura.
Las naranjas, más de lo mismo. Un claro ejemplo es de la variedad W. Navel de zumo, cuyo precio mínimo en diciembre de 2017 era de 0,19 céntimo el kilo y ese es ahora su precio máximo en los mercados.
Las imágenes de campos sin recoger no son nuevas en Valencia. Ya en otras campañas, la recogida no era rentable para algunos agricultores en un sector que es principalmente minifundista. Pero la tormenta perfecta ha llegado en 2018. La pregunta que se hacen muchos es: ¿Cómo solucionamos esto?
Desde los sindicatos y grupos políticos se han hecho varias propuestas. Una de ellos sería retirar temporalmente esos cítricos foráneos para revitalizar el precio en mercados locales. Otros actores apuntan a planes estratégicos que incluyen desde ampliar la exportación de naranja valenciana a otros mercados hasta ayudas de 15.000 euros por agricultor para compensar la caída de ingresos. Mientras, la naranja, más que un símbolo, seguirá siendo un problema en su tierra.
Foto de portada: Naranjas La Vieja Alqueria