¿Buscas un restaurante? ¿Un teatro? Sigue los consejos de Madrid Secreto para no perderte nada durante tu escapada a la capital.
Madrid es inmensa, y no solo por su tamaño. Nuestra cultura urbanita y castiza, este cielo azulísimo y una identidad que Sabina retrató mejor que nadie resultan inabarcables para todo el que pasa por aquí.
Lo bueno es que el encanto madrileño se te pega desde el primer momento. Pases por donde pases te contagiarás del amor que sentimos por una ciudad única en el mundo, capaz como ninguna de condensar la esencia de la vida y sacarla a las calles.
¿Se puede conocer Madrid en dos días? Ni en cien años te daría tiempo, esa es la magia de este lugar. Pero con esta ruta entenderás, disfrutarás y te acabarás enamorando de la capital.
Día 1: Viaje al corazón de Madrid
Mañana: Historia, pinchos y jardines
Partimos desde el eje más céntrico que existe: la Puerta del Sol. Esta mítica plaza es una muestra representativa de toda la ciudad: una mezcla de cultura, emoción, tiendas y frenesí. Aquí mismo están la estatua del Oso y el Madroño y el kilómetro cero, de donde parten todas las carreteras españolas.
Una vez tomadas las fotos de rigor, tomamos la calle Mayor y nos desvíamos por la calle de Postas para conocer la curiosa Posada del Peine. Continuamos hasta adentrarnos en la plaza Mayor, uno de los enclaves históricos más queridos de la capital. Es increíble, ¡y eso que aún no hemos visto nada!
Atravesamos la plaza para situarnos ante el Mercado de San Miguel, impactante tanto por dentro como por fuera. Nos hacemos con un pincho aquí para recuperar energías y después volvemos a la calle Mayor (o callejeamos, si apetece) hasta dar con la Plaza de la Villa, atrapada para siempre en otra época.
Las vías de alrededor están hechas para perderse, así que nos tomamos nuestro tiempo. Algunas joyas que buscar son la calle del Rollo, el Huerto de las Monjas, el Jardín del Príncipe de Anglona y la Plaza de la Paja.
Cuando terminemos de explorar la zona nos dirigimos a la calle Segovia, que bajamos dando un paseo para ver el viaducto de Segovia. Subimos unas escaleras y pronto daremos con los restos de la muralla árabe y la imponente catedral de la Almudena.
Y aquí nos encontramos con nuestra primera decisión: alargar el camino para ver más maravillas o elegir una ruta más corta para no alejarnos mucho del centro.
Opción 1: la ruta larga
¡Ánimo, valiente! Que este esfuerzo merece la pena. Regresamos a la calle Segovia y seguimos bajando para asomarnos al Manzanares desde el Puente de Segovia. No nos vayamos muy lejos: más allá está Madrid Río, pero nos interesa quedarnos en esta ribera para recorrer el Paseo de la Virgen del Puerto y colarnos en el Campo del Moro, los jardines traseros del Palacio Real.
De jardines va la cosa: luego nos esperan los hermosos y tranquilos jardines de Sabatini, donde descansamos un rato para luego subir al Palacio Real y la plaza de Oriente, punto de encuentro con la ruta más corta.
Opción 2: la ruta corta
¿Te duelen los pies cosa mala? Normal, menuda paliza llevamos. Vamos a atajar por la calle de Bailén hasta llegar al Palacio Real y la plaza de Oriente. Desde ahí bajamos a los jardines de Sabatini y nos tomamos un respiro. Recuperadas las fuerzas, subimos otra vez al Palacio Real. Buenas noticias: ¡nos vamos a comer!
Desde este punto lo tenemos fácil para volver a las inmediaciones de Sol, donde empezó todo, y buscar un sitio donde llenar el buche a base de bien. Mientras localizamos un restaurante con buena pinta podemos pasar por la plaza de San Martín, el Monasterio de las Descalzas Reales y el pasadizo de San Ginés (con su puesto de libros antiquísimo al aire libre).
Tarde: compras, el barrio hipster y un atardecer para derretirse
Hemos vuelto a Sol, punto de inicio y fin de todas las cosas (y de esta ruta, también). Ponemos rumbo a la zona comercial y las calles más hipsters de todo Madrid, donde encontraremos cafeterías monísimas para merendar y acabaremos el día contemplando uno de los mejores atardeceres de Madrid.
¡En marcha! Subimos por la calle de Preciados o la del Carmen, donde hay tiendas de grandes cadenas multinacionales por doquier. Podemos ir cambiando de una a otra por los callejones que las unen. También podemos dar un rodeo y subir por la calle Montera, que nos llevará a Gran Vía.
Sea como sea, tenemos que ir a parar a Callao, nuestra Times Square particular. Ni te imaginas cuántos secretos esconde el edificio coronado por el legendario anuncio de Schweppes.
Una vez hayamos alucinado lo bastante, recorremos Gran Vía arriba, Gran Vía abajo para comprar todo lo que no hayamos encontrado en las tiendas de Sol. Y ahora nos vamos al paraíso cool de Madrid.
Nos dejamos impactar por la calle Fuencarral, pasándonos de vez en cuando a la paralela, Hortaleza, para explorar ambas. Debemos llegar a la parada de metro Tribunal, porque desde ahí descenderemos por la calle de la Palma.
Y así hemos encontrado Malasaña: el mejor barrio para vivir, dice un algoritmo. Será por su oferta gastronómica de todos los rincones, sus boutiques vintage, sus comercios alternativos y esos bares que fueron el escenario de la Movida Madrileña. No hay un lugar así ni en Madrid, ni en todo el mundo.
A callejear se ha dicho. Porque Madrid es eso: la ciudad donde hay que perderse para encontrase. Que el instinto nos guíe a su antojo por la calle del Pez, la calle del Espíritu Santo, la Corredera Alta de San Pablo, la calle Velarde y la calle de San Andrés. Eso sí, la excursión libre tiene que incluir la plaza del Dos de Mayo para saludar a Daoiz y Velarde.
Ya podemos tachar Malasaña de la lista. Nos vamos al barrio vecino, Conde Duque, igual de genial pero con un alma más serena. Entre el centro cultural Conde Duque y la plaza de Cristino Martos vas a encontrar un sinfín de sitios para merendar y descansar un poco, que ya empieza a notarse el peso de la tarde.
Llega la hora de hacer la última visita del día, con sorpresa final. Vamos a la plaza de España y paseamos hasta la estatua de Quijote y Sancho, pero no nos detenemos aquí. La visita termina en el Templo de Debod, una construcción egipcia que quita el aliento y desde la que se contempla una puesta de sol de las que se clavan en la retina.
¿Todavía queda tiempo para una aventura más? Nos damos una vuelta por el Parque del Oeste en busca de su rosaleda, uno de los lugares más románticos de Madrid.
Día 2: Cómo sumergirse en la vida madrileña
Mañana: La Latina, Lavapiés y Las Letras
Más te vale que hayas dormido bien, porque el turismo en Madrid no ha terminado. Es lo que tienen las visitas intensivas, que requieren mucha energía y bastante fuerza de voluntad.
La segunda jornada quedamos en la Puerta de Toledo. Subimos por la Gran Vía de San Francisco, donde tenemos que visitar tres puntos: la preciosa dalieda de San Francisco y sus vistas, la titánica Basílica de San Francisco el Grande y los Jardines de las Vistillas, desde donde se contempla la catedral de la Almudena, a la que podría descenderse por la famosa Cuesta de los Ciegos.
Dejamos los jardines para llegar a la plaza de la Cebada, donde empieza La Latina, cuna del tapeo y las cañas. Tenemos para rato: el Campo de la Cebada, vital y colorido, merece una mirada, pero no podemos entretenernos demasiado, que hay mucho por ver. Bajamos a la calle de la Ruda para conocer una Latina inusual, tranquila y casi pueblerina.
A continuación vamos a la plaza de Cascorro, amplia y luminosa. En la calle de la Ribera de los Curtidores los domingos se celebra el Rastro. Podemos darnos unos minutos para cotillear sus puestos llenos de cachivaches y cacharros inclasificables.
A la altura de Cascorro nos pasamos a la calle Embajadores, frontera entre La Latina y Lavapiés. Al bajarla comprenderemos su popularidad: el café Pavón, librerías, bares, tiendas, murales en 3D y una vida que palpita al compás de Madrid.
Giramos en la calle del Sombrerete y de repente nos vemos en Lavapiés, un barrio humilde que despunta, con una belleza singular y una multiculturalidad que hasta ahora no habíamos visto. Un poco más abajo están las Escuelas Pías, una de las bibliotecas con más encanto de la ciudad y la extraña Corrala del Sombrerete.
Si nos vemos con ganas de pasear, vale la pena perderse por las intrincadas calles del barrio y echar un ojo a sus tiendas, cafeterías, restaurantes y negocios importados de África.
Para inundarse del carácter de Lavapiés podemos ir a la plaza de Nelson Mandela, un poco más arriba, o acercarnos directamente a la plaza de Lavapiés, que jamás se está quieta.
Desde aquí nos marchamos calle Argumosa abajo para revelar los secretos más interesantes de la Estación de Atocha. Estamos en pleno triángulo del arte: los museos más importantes de Madrid están aquí, pero se merecen una visita más larga y pausada que dejaremos para otra ocasión.
Recuperamos el aliento y subimos por el hermoso paseo del Prado, que bordea el jardín botánico y destaca por su anchura y la vegetación que hay a su alrededor. Por el camino nos vamos a topar con el jardín vertical del CaixaForum y el museo del Prado.
Si vamos bien de tiempo, conviene rodear el museo del Prado y visitar la Parroquia de San Jerónimo el Real y sus inmediaciones. Este refugio elevado, verde y tranquilo es una auténtica sorpresa, ideal para un descanso exprés.
Seguimos por el paseo del Prado y terminamos en la fuente de Neptuno. Con la Cibeles nos citaremos por la tarde, así que no hay de qué preocuparse.
Tomamos la calle de Cervantes y nos zambullimos en el Barrio de las Letras, literario a más no poder.
En esta zona vivieron los autores más celebrados del Siglo de Oro, y podemos seguir sus huellas a través de los poemas grabados en las aceras. Para muestra, un botón: en la misma calle están la casa de Cervantes y la de Lope de Vega.
Paseamos arriba y abajo por las calles de Huertas y del León, respirando el aire romántico que envuelve el barrio hasta dar con la plaza de Santa Ana, donde se asienta el Teatro Español.
Ya puedes hacer caso al rugido de tu estómago: este barrio está repleto de tabernas castizas y restaurantes acogedores. ¡Que aproveche!
Tarde: Chueca, la Cibeles y el Retiro
Tras reponer las fuerzas con un menú reparador, dejamos la plaza de Santa Ana por la calle del Príncipe hasta dar con la plaza de Canalejas, cuyas fachadas son de lo que no hay. Seguimos hacia arriba por la calle de Sevilla y llegaremos a Alcalá, la calle más larga de Madrid.
Bajamos un poquito para ver la intersección de Alcalá con Gran Vía y enseguida continuamos hacia el norte para adentrarnos en el barrio de Chueca, conocido por su gran ambiente LGTBIQ+. Aquí buscaremos la plaza de Pedro Zerolo y la Plaza de Chueca. Las calles más tranquilas del barrio contrastan con el frenesí constante de la zona.
Dependiendo del tiempo que dispongamos, otra vez tendremos que escoger entre una ruta larga y otra más corta.
Opción 1: la ruta larga (Chamberí y barrio de Salamanca)
Lo bueno de alargar el recorrido es que podremos conocer Chamberí, el más castizo de entre todos los barrios de Madrid. Para llegar hasta aquí subiremos desde Chueca hasta la plaza de Alonso Martínez (callejeando o tomando la vía directa por la calle Hortaleza).
Desde este lugar tomamos la calle Santa Engracia y damos un paseo hasta la estación fantasma, en la maravillosa plaza de Chamberí. Esta es uno de los tesoros escondidos en el metro de Madrid.
Subimos y callejeamos hasta Zurbano, una de las calles más bonitas de Europa. Una vez explorada, nos vamos a la plaza de Colón y a los jardines del Descubrimiento.
Después nos metemos en la calle de Goya, arteria del barrio de Salamanca, el más señorial de toda la ciudad. Por aquí merece la pena visitar las calles de Serrano y Velázquez, con sus tiendas de lujo, y buscar un sitio para merendar.
Con las energías renovadas bajamos el paseo de Recoletos hasta la fuente de Cibeles, donde también termina la ruta corta.
Opción 2: la ruta corta
Nos ahorramos el rodeo para ir desde Chueca hasta la plaza de Colón y los jardines del Descubrimiento. Luego descenderemos por el paseo de Recoletos y admiraremos la enorme Biblioteca Nacional por el camino. Si seguimos hacia abajo, por fin llegaremos a la fuente de Cibeles, el punto en el que finaliza la ruta corta.
Continuación de las dos rutas
La Cibeles es la diosa madrileña por excelencia, y a sus espaldas se levanta el Palacio de Cibeles, con una historia y unos secretos que merece la pena conocer. Este es uno de los lugares icónicos de Madrid, con el Banco de España como parte del paisaje.
Subimos un tramo corto de la calle Alcalá y enseguida alcanzaremos la Puerta de Alcalá, uno de nuestros símbolos más queridos.
Nos metemos en el Parque del Retiro, punto y final de esta visita exhaustiva de dos días, donde podremos relajarnos un poco.
Atravesamos el Retiro topándonos con genialidades como el estanque, el Palacio de Velázquez, el Palacio de Cristal y la fuente del Ángel Caído, el polémico monumento que representa a Lucifer.
Si nos enamoramos perdidamente de este parque, un fenómeno altamente probable, podemos curiosear sus paseos y parcelas. Por aquí dentro se esconden lugares tan relajantes como los jardines de Cecilio Rodríguez, hogar de unos pavos reales que se pasean a su antojo.
La última visita de esta ruta está en la Cuesta de Moyano, invadida por puestos de libros a precios irrisorios. Bajando por aquí terminaremos en Atocha y daremos la jornada por concluida.
En tan solo dos días nos hemos pateado el corazón de Madrid. Hemos visto lo castizo, probado lo alternativo, sentido en nuestros pasos la personalidad diferenciada de cada barrio.