Es muy difícil visualizar un mes de marzo en la ciudad de Valencia sin la celebración de las Fallas, pero aunque sea algo inimaginable para muchos, la realidad es que en nuestra historia ya albergamos varios años en los que los monumentos falleros no llegaron ni a arder ni a colocarse siquiera en las calles.
El primero del que se tiene constancia, según explica José Vilaseca en su libro ‘Historia de Valencia en pildoritas’, es el año 1886, y fue culpa de una subida de impuestos que se había estado incrementando desde 1883. En ese año, según Vilaseca, se estableció en 30 pesetas la tasa para poder implantar cada falla en la calle, lo que hizo que en ese 1883 solo fueran cuatro los ninots que se pusieron en pie. En 1885, el impuesto ascendió a 60 pesetas, dando lugar a que se plantara una única falla en la calle Cervantes. De esta manera se llegaría al año 1886 en el que ya ninguna falla pudo asumir tal coste y Valencia se quedó sin su fiesta.
Según ha detallado a la agencia EFE Javier Mozas, historiador, documentalista y miembro de la Junta Central Fallera de Valencia, la intención de esta subida de impuestos era acabar con las Fallas debido al malestar que se había provocado en los dirigentes el haberse sentido ofendidos con las fiestas: «Al principio se pagaban 5 pesetas pero a los gobernantes no les gustó nada que se metieran con ellos en unas fiestas muy populares, y como eran muy burgueses quisieron acaban con ellas obligando a pagar cada vez más para que desaparecieran; y efectivamente, fueron a menos hasta que en 1886 ninguna comisión plantó falla».
Sin embargo, esta medida finalmente fue aliviada en 1887, según Vilaseca, cuando unos concejales convencieron al alcalde de que redujese ese impuesto a 10 pesetas por falla, con lo que 29 ninots pudieron erigirse de nuevo.
Las siguientes ocasiones en las que Valencia se quedó sin Fallas por prohibición expresa fue por motivos bélicos. En 1896, la Guerra de Cuba dio lugar a la declaración del Estado de Sitio en España, por lo que las Fallas se cancelaron dos días antes de su celebración, según se encuentra en publicaciones locales de la época.
La Guerra Civil española trajo consigo el mismo destino para las fiestas de San José. Al producirse el alzamiento el 17 de julio de 1936, ese año sí que llegaron a celebrarse, pero no sería así en los años 1937, 1938 y 1939. Sobre esta época, Mozas explica a EFE que «cuando empieza la guerra, muchas comisiones falleras empezaron a destinar el dinero recaudado de las Fallas a la causa republicana. En un momento, se decidió que no se plantaran fallas para evitar que la multitud que convocaran pudiera atraer una bomba o una desgracia».