Si la paella en Valencia es el símbolo de la más pura tradición cultural y gastronómica (siempre los domingos y sin cambiar un solo ingrediente), la torrà de xulles es todo un acto de germanor. Dicen que se ha visto a cuñados opinar lo mismo a las brasas de una auténtica torrà, mientras la picaeta y el bebercio se paseaban de un lado a otro.
Y no, no es una barbacoa. Que nos perdonen los estadounidense, pero BBQ y torrà son dos ligas diferentes. La parafernalia norteamericana se vendría abajo al ver cómo un valenciano hace un plan excelente con dos rejillas de metal, un gancho y una bolsa llena de carne del día. Y sin ponerse sus mejores galas porque todo el mundo sabe que de un evento así se sale oliendo a humo y gorrino.
La torrà, como acto rural, se puede hacer en cualquier sitio. Eso sí, respetando los tiempos y poniéndote la ropa que más odies porque después ella irá directamente a la lavadora y tú a la ducha. Como apunta Vicent Marco en su blog, hay tres maneras de llevar a cabo este manjar.
El modelo «cada uno lleva lo suyo» es ideal para adolescentes, tacaños y personas con estómago delicado; la opción «compramos entre todos y hacemos cuentas» suele ser la preferida y en ocasiones, antes de la gran fogata, incluye una excursión al Consum de turno; la variación «capitán Moro» es, sin duda, la mejor porque cocina y paga todo uno y los demás comen por la cara (sin escatimar con la cerveza y el vino).
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A partir de ahí, arranca un protocolo que no pasaría el filtro de la reina de Inglaterra, pero que asegura que será una torrà de categoria. Desde «el brasas», que se encarga de preparar el fuego y también da un rato el coñazo con los trozos de leña que se pueden usar y cuáles no; el del allioli, que sentirá la presión de todos sobre su brazo con la esperanza de que no se le corte; o el utillero/a, que arengará al cuiner y le proporcionará toda la bebida necesaria.
Tras haber desinfectado la parrilla aprovechando las primeras llamas del fuego, hay que tener claro que ni hamburguesas ni perritos calientes tienen cabida en un evento de estas características. Xulles, botifarra, blanc, roig y la cansalà son las estrellas del espectáculo. No quedan excluidas las verduras para aquellas personas más light.
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Después, cuando la comida ya está lista, comenzará el trasiego de bandejas y golpes de cuchara para dejar caer el allioli a un lado del plato. El cocinero no tiene que preocuparse porque, aunque será el último en sentarse, tendrá un plato con carnes variadas esperándole encima de la mesa.
El atracón final lo pondrán las bebidas de sobremesa, que se alargara indefinidamente. Aquí es donde entran en juego la mistela, la cassalla o el café licor. Un paso imprescindible si quieres hacer de la digestión algo fácil de llevar (aunque no escaparás del aliento de ogro que te dejará el allioli). Aleshores, què? Quan s’anem de torrà?
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