La mayoría de grafitis que se pintan en el metro nunca los verá nadie. De hecho, pueden ser considerados casi obras intimistas compartidas entre personas que poco tienen que ver entre sí, pero que este arte urbano une. Hablamos del escritor (así se hacen llamar los grafiteros), el conductor de metro y el que al final lo acaba limpiando. Y, a su vez, importa más bien poco.
El fotógrafo valenciano Enrique Escandell ha publicado Subterráneos (Ed. Velvet Liga), un viaje documental al subsuelo de las grandes ciudades del mundo. Por sus túneles y galerías se escabulle la comunidad más hermética del mundo del grafiti, que utiliza este espacio como un campo de juego contra la autoridad de empresas de metro, seguridad y policía.
Abrimos el respiradero y bajamos para conocer qué hay detrás de esta versión posmoderna del gato y el ratón.
¿Cómo surge el libro Subterráneos?
He pintado desde el 98 y he pasado muchos años sumergido en este mundo. Siempre me ha enganchado el compañerismo que lo rodea, el viajar a otro país y que la gente te dé casa. Sobre todo al principio, cuando no había Internet y tenías que hacer contactos. En 2011 dejé de pintar metros para ir solo con la cámara a hacer fotos.
En el libro quería darle la misma importancia a las imágenes creadas por ambas partes. Por un lado, las empresas de metro, seguridad y policía que son igual de importante en el juego que los escritores. Si no existen [las empresas], no existe el juego. Sería otra cosa, en todo caso, y mucha gente no pintaría metros porque lo podría hacer cualquiera. Al final estás haciendo algo que supone un mayor esfuerzo, tiempo, dinero y riesgo. Podrías pintar un muro, pero quieres ese proceso porque es más difícil.
¿Y por qué sigue existiendo esa fijación con el metro?
Es muy interesante el hecho de que este movimiento empieza a finales de los 70 en Nueva York tomando el metro como una especie de muro en movimiento. Era una pared que se movía por todo Manhattan. Cuando esto se exporta a Europa hasta nuestros días, ese componente se pierde porque los metros directamente no circulan pintados. Solo en algunas ciudades como Bucarest en una línea, en Roma y poco más.
Supongo que porque es más difícil y, a la vez, más atractivo. Hay un componente de exploración urbana detrás. El muro es mucho más fácil, aunque te vea más gente. No requiere preparación y el proceso de pintar en el metro, ahí se pierde. Lo que creo que engancha a la gente (aunque algunos digan que no) es ese proceso de analizar una cosa determinada durante semanas. Ahí le encuentro mucho paralelismo con la cultura hacker en Internet. Es el estar dos meses estudiando cómo entrar en un servidor, aunque luego no consigan nada. Solo por el mero placer de entrar. Es un juego.
Y para que exista el juego, tiene que haber dos jugadores. Hay un componente antropológico vinculado al disfrute del juego y aquí creo que es básicamente eso. Me interesaba plasmar esos dos jugadores en el libro, más que retratar las piezas, que me parecen la excusa para todo lo demás. Eso es lo que documento en Subterráneos.
Es vandalismo e ilegal pero, ¿desde dentro se ve así? ¿Hay un componente político?
Todo es político, pero aquí no veo ese componente de lucha contra el sistema, que creo que es por lo que me estás preguntando. No directamente o explícitamente.
No todo el mundo puede entrar en este mundo. ¿Por qué son tan inaccesibles grupos como estos?
Porque quieren sobrevivir. Nadie que haya hecho el estudio para entrar en un sitio y que se conoce todos los horarios de la seguridad, por poner un caso, no te lo va a dar a ti gratis. Ha tenido que invertir mucho tiempo.
Entrar socialmente es muy difícil. Es hermético por eso y porque hay una meritocracia también en el funcionamiento interno. Nadie te regala nada, pero cuando estás dentro, se establece una relación de confianza, te dan alojamiento cuando viajas a otra ciudad y puedes acceder a otros grupos en otras ciudades gracias a contactos intermedios.
Tampoco puede apuntarse cualquiera que sea un lastre. Hay que estar bien físicamente también porque hay que correr y saltar en muchas ocasiones.
¿Por qué se llaman «escritores»?
Básicamente porque escriben. Normalmente se asocia la herramienta a lo que es el grafiti. Se piensa: spray es igual a grafiti. En realidad no es así. El grafiti son letras y por eso son escritores.
Dentro de este mundo urbano del grafiti, ¿qué lugar ocupa Valencia?
El metro, como red, no es tan importante como el de otras ciudades españolas como Madrid y Barcelona. En estas ciudades se pinta normalmente en túneles y en Valencia se pinta más bien en hangares y exteriores. Es lo que se conoce como saltos (cuando el metro está parado en una estación con gente dentro).
Alicante y Valencia, sin embargo, siempre ha sido uno de los focos importantes del grafiti en España. Elche es también un punto del que ha salido gente muy buena dentro del grafiti.
Uno de los pioneros del grafiti de Nueva York, Seen, puso su estudio en Valencia después de haber estado en París, por ejemplo. También reside en Valencia Felipe Pantone, que es un artista que viene del grafiti. O Escif, que es también una persona importante dentro del street art.