Desde el pasado 25 de enero los usuarios de Netflix pueden ver ‘Polar’ en su catálogo.
La historia de Polar y Víctor Santos es una de esas en las que todo parece predestinado a salir bien, aunque se haga al revés. Este autor de cómics y guionista valenciano se lanzó a la piscina en 2012 para crear una obra que, lejos de ser un trabajo más, se convirtió en una especie de terapia de autorrealización, de disfrutar por y para uno mismo sin la presión de un editor, de fechas de entrega y expectativa de ventas. Todo lo que no funcionaba en la industria – viñetas en blanco y negro, ausencia de diálogos o formato horizontal -, él lo aplicó a su proyecto.
Sin prisa, sin pausa, el resultado fue Polar: surgido del frío, un webcómic que cuenta las historias de Black Káiser, un héroe poco convencional, con parche en un ojo y taciturno. De Internet pasó al papel con sendas adaptaciones de Black Horse en Estados Unidos y Norma en España. Tras completarse la 4ª entrega de Polar en papel, hoy la obra vive una nueva transformación, la más grande hasta la fecha.
La semana pasada Netflix estrenó el filme basado en el aquel webcómic de Santos. Está protagonizado por Mads Mikkelsen (La Caza y Hannibal) en el papel de Black Káiser y le acompaña Vanessa Hudgens (High School Musical) como Camille. Cuenta la historia del principal asesino del mundo, que toca el retiro con la punta de los dedos, pero, contra su voluntad y por deber, se encuentra de vuelta enfrentándose a los asesinos más jóvenes que amenazan su entorno. La película la dirige Jonas Åkerlund.
El pasado 25 de enero Netflix lanzaba la película de ‘Polar’. ¿Cómo surgió la posibilidad de llevar un cómic como el tuyo al cine a través de esta plataforma?
Polar empezó como un webcómic en 2012 que publicaba en Internet y, cuando tuve suficientes páginas hechas, decidí presentárselo a la editorial Dark Horse, que era mi favorita en ese momento por ser la casa que tiene el Sin City de Frank Miller y Hellboy de Mike Mignola. Les gustó la propuesta y salió adelante. Y cuando estaba prácticamente con las pruebas de imprenta, Chris Tongue, responsable de Dark Horse Entertainment (filial de la empresa que representa derechos cinematográficos), le vio potencial para el cine.
A partir de ahí, contrataron a un guionista y empezaron a proponerle la idea a otras productoras. Inicialmente fue Constantin Films la que pujó por los derechos cinematográficos de Polar para después buscar financiación. Fue un proceso largo de 3 años, el más difícil y en el que muchas películas se suelen quedar en el camino. Hasta que firmó como actor principal Mads Mikkelsen. A partir de ahí se aceleró todo y entró también Netflix en la producción asegurando el rodaje y una distribución mundial de la película.
Inicialmente, ¿cómo surge el ‘Polar’ del cómic?
Era una época en la que yo estaba haciendo trabajos que se llaman «de franquicia» para editoriales de Estados Unidos. Dibujaba cómics de Godzilla, que eran divertidos de hacer, pero es una maquinaria muy industrial, con muchas fechas de entrega y presión para cumplirlas. Las críticas de los fans no eran muy buenas. Estaba quemado.
La idea de Polar me gustaba porque podía hacer algo para mí, sobre género negro, en un cómic sencillo y minimalista, que es más mi estilo. Metía todas las técnicas narrativas que a mi me gustaban como autor y lector y así es como nace.
Luego, lo puse en Internet porque era un proyecto propio al que no le estaba sacando rendimiento económico y pensé que sería una forma de promocionarlo para que algún editor lo viese o para que los lectores luego compraran otros cómics míos. Disfrutaba mucho haciéndolo y se convertía en una rutina para mí a la que cada semana le dedicaba dos páginas hasta que fue creciendo.
Dices que estabas cansado de producir para grandes editoriales, ¿se plasma de alguna forma esta sensación en ‘Polar?
En Polar hacía todo lo que no podía hacer trabajando para franquicias del mercado americano. Para empezar, el formato. En Estados Unidos tienen su formato de cómic y no les puedes sacar de ahí. Al hacerlo apaisado, se podía leer en el portátil, en el ordenador, en la tablet…
El dibujo también era más minimalista y por motivos narrativos podía dejar una página en blanco o jugar con las siluetas y las viñetas… La composición y la narrativa eran más importantes que la ejecución del dibujo en sí, que era más sencillo.
Con el color pasó lo mismo. En Estados Unidos el blanco y negro son un suicidio comercial y opté por esos dos colores y el rojo para jugar con la composición y remarcar un punto concreto como la sangre o el traje de un personaje. Intentaba hacer todo lo que en un mercado más cerrado, creativamente hablando, no me dejaban hacer.
Como ya has mencionado, de Internet pasas al papel. Primero en Estados Unidos con la publicación de Dark Horse y luego en España con Norma. ¿Con qué lección personal y profesional te quedas del proyecto?
Polar es uno de esos casos en los que todas las cosas salen bien y seguidas. En este caso, realmente estoy muy contento porque el cómic lo hice como una carta de amor al propio medio. Eso se transmite en las páginas que tienen elementos y recursos que solo pertenecen al cómic. Quería explotar todo lo que el cómic puede producir y lo hace atractivo. Si haces algo realmente desde el corazón, sin pensar en los demás o en el éxito que va a tener, en este caso, por lo menos ha funcionado.
En sus inicios, ‘Polar’ es un cómic sin diálogos. ¿Cómo se adapta después al cine sin convertirse en una película muda?
Al inicio fue mudo por una cuestión de tiempo. Lo dibujaba en mis ratos libres y tenía que ser algo rápido de hacer. No podía estar traduciendo los bocadillos a cada idioma y, además, al estar en Internet quería que cualquier persona del mundo pudiera leerlo.
Al pasarlo al papel ya tuve que incluir diálogos por una cuestión comercial. Dark Horse me dijo que no funcionaban los cómics mudos. Me lo tomé como un desafío porque no había escrito ningún cómic directamente en inglés, pero al ser un cómic en libro, no en Internet, el diálogo en este caso me servía para marcar el ritmo de lectura de la obra.
Al pasarlo al cine, no participé en el diálogo y el guion. Asesoré al escritor, que es Jayson Rothwell y creo que han respetado bastante la esencia, aunque haya más diálogos y trama. El Black Káiser sigue siendo un personaje taciturno que casi no habla y los malos de la historia, más extravagantes, son más habladores y eso se ha mantenido como en el original.
¿Estás satisfecho con el resultado en pantalla?
Sí, bastante satisfecho. La adaptación es arriesgada para los tiempos que corren y no quería que fuese convencional para contentar a todo el mundo. Lo que quería de la película era que siguiera con lo que intenté hacer en el cómic: expandir las herramientas que lo hacen interesante y que la película no fuera una adaptación literal del cómic, sino que explotará las herramientas propias del cine para intentar hacer lo que yo había hecho en las páginas de Polar.
El espíritu de provocación de la obra sigue ahí y el carácter del personaje principal me parece muy acertado porque Mikkelsen lo borda. Es un personaje oscuro, retorcido, con más ambigüedad y lejos del héroe tradicional de cómic. Es lo que más me gusta de la película.
¿Te imaginaste antes de la producción que Mads Mikkelsen podría ser el Black Káiser, personaje principal de ‘Polar’?
No le había puesto cara porque el dibujo era un personaje de líneas muy sencillas y realmente lo que hace al personaje es el parche, su elemento más icónico. Mikkelsen es un actor que me encanta por otras películas como La Caza o por su papel de secundario en muchos filmes americanos. Pero nunca me habría imaginado que sería el personaje principal.
Una vez le vi en las imágenes, me pareció perfecto. Hace suyo el personaje con ese rollo retorcido que le transmite y de personaje de Western como en las películas de Clint Eastwood. O la ronquera que usa a lo Kurt Russell en Rescate en Nueva York. Consigue resumir muy bien el arquetipo de personaje que representa Black Káiser. Un héroe ambiguo, en el límite de todo. Ya no me lo imagino con otro actor.
Mirando un poco más allá de ‘Polar’, ¿qué situación dirías que vive en cómic en España en comparación con Estados Unidos?
Es diferente porque ellos cuentan con una industria muy grande y asentada. Publican en todo el mundo. Aquí solo tenemos la referencia de los superhéroes, pero allí hay una serie de editoriales que publican sus cómics comerciales y otras novelas gráficas.
En España, como el mercado se ha internacionalizado en todos los sentidos, hablaría más de cómic hecho por españoles que de cómic español. A día de hoy los autores publican en España, Francia, Estados Unidos. Hay casos como el cómic de Rashomon, la historia de un crimen en la Japón feudal, que lo publicó la editorial española Norma y luego Dark Horse lo sacó en Estados Unidos. Como sucedió con Polar, pero al revés.
Es decir, hay un trasvase de obras constante entre industrias. Aunque la española sigue siendo pequeña en comparación, se ha dado un fenómeno en el que todo se ha globalizado y existen más posibilidades para que una editorial española venda sus obras en el extranjero. El autor es un puente entre diferentes mercados.
Tú empezaste con otros compañeros de la facultad de Bellas Artes de Valencia autoproduciendo obras, hay otros dibujantes valencianos de éxito como Paco Roca, ganador de un Goya por ‘Arrugas’. ¿Qué papel juega Valencia en el desarrollo del cómic en España?
Valencia siempre ha sido uno de los focos más importantes de autores en España. Hay sitios que no sé muy bien por qué, pero son pequeños epicentros artísticos. Galicia es también otro lugar de donde han salido montones de autores. No hemos tenido tantas jornadas o eventos dedicados al cómic, pero autores siempre ha habido, como es el caso de Daniel Torres o Ana Oncina, que es una autora valenciana que me gusta mucho. Hay una creatividad especial en Valencia y espero que siga así.