El verano también se puede saborear a través de los recuerdos: las siestas a la sombra de un árbol, el sonido de la mosca revoloteando sobre tu cabeza, el sabor del helado de cucurucho, el sol de media tarde colándose por la rendija de las persianas, esa cerveza recién sacada del congelador, las largas sobremesas jugando al parchís con tus abuelos.
Puede que ellos sean los principales protagonistas de esas imágenes que retienes en tu memoria. Veranear en el pueblo es una tradición que muchos compartimos y que a la mayoría nos gusta rememorar.
Aunque nada sería del verano, sin esos corrillos de sillas en la calle hacia última hora de la tarde, sin el cotilleo de Fulanito y Menganito ni la vida lenta. Plazas y calles de Valencia y toda España se llenan de corrillos de sillas al caer la noche en el que los más mayores del pueblo debaten, cosen, juegan a las cartas o incluso cenan de sobaquillo.
Una costumbre que podría ser reconocida por la Unesco
Es tan importante esa estampa que desde el pueblecito de Algar (Cádiz) iniciaron en 2021 el camino para que la Unesco reconozca esas charlas «a la fresca» como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
El alcalde realizó una publicación en la página de Facebook del Ayuntamiento. En ella informaba a los habitantes de esta pequeña localidad que iba a emprender esta iniciativa que ha entusiasmado a la mayoría de vecinos de Algar. Ahora tan solo queda por ver cómo finaliza esta historia. Lo que sí sabemos con certeza es que apelar a las costumbres es un bálsamo para la memoria individual y un hecho necesario para la memoria colectiva.