¿Se va a perder esta tradición tan española? De momento, todo apunta a que va camino de eso.
Los años pasan, las sociedades cambian y algunos debates apuntan a quedar enterrados en el baúl de los recuerdos. Viendo la época del año en la que estamos, uno de esos temas candidatos a caer en el olvido podría ser el del turrón. Que si duro o blando, que si de Xixona o Alicante… Y es que hay generación para la que comer turrón en Navidad es muy old school.
Si echamos un vistazo a los datos de consumo de dulces navideños, las estadísticas sitúan por debajo de la media española a los menores de 35 años (la generación millenial). Los fabricantes de turrones también reconocen que les cuesta atraer al sector más joven. ¿Por qué?
Hablamos de un grupo de población que se identifica con valores y actitudes totalmente opuestas a las que encarna el turrón: inconformismo, necesidad de continuas novedades y búsqueda de una identidad propia. Este dulce estacional ha jugado siempre su baza dentro la España más tradicional, la de nuestras abuelas y abuelos y la de niños (hoy adultos) que crecieron dentro de ese modelo. Pero hay más razones.
Porque la organización de las cenas navideñas nos nos atañe
Todo el operativo de las cenas de Navidad corre siempre a cargo de los más mayores. Aunque tú ayudes durante la preparación, el cotarro lo manejan otros. Abuelos, tíos o padres se encargan de preparar el menú, cocinar, invitar y por supuesto traer los dulces. Y el postre con café y turrones siempre acaba llegando. Ya sea porque en la familia ese año ha habido cesta de Navidad de la empresa, porque tu abuela se ha empeñado o porque había sobrado del año anterior.
Porque hay otros modelos y estructuras familiares
La sociedad ha evolucionado hacia modelos de familia que no se contemplaban hace 50 años. De la familia nuclear clásica hemos pasado a la homoparental, la adoptiva, la multicultural, la de hecho, la monoparental, o la del poliamor entre otras. Algunas de estas familias, más jóvenes por lo general, han adoptado otras tradiciones o forman parte de las Navidades organizas por otros de las que hablábamos en el punto anterior.
Porque en el fondo sabes que va a estar en casa
¿Para qué comprar turrón pudiéndote gastar ese dinero en otra cosa? A los millenials nos gusta ser lo más independientes posible, aunque incluso el salario medio no dé para mucho. Y preferimos gastarnos el dinero en otras cosas que a nuestros padres ni se les ocurriría. Así que para qué comprar turrón si al final sabes que va a estar en casa, ya sea porque tus padres lo han comprado o porque alguien lo ha regalado.
Porque tiene un aspecto viejuno y kitsch nada atrayente
Puede que sea el empaquetado ese de los años 60 lo que te tira para atrás, o por los anuncios cursis que se repiten todos los años en televisión. Pero hay algo que no acaba de conectar con nosotros. Y algunas marcas, conscientes de ello, han intentado darle un nuevo giro a los spots casposos. Como aquel que una familia visitaba a su hijo en el extranjero y le llevaba turrón. En Suecia ni se le habría ocurrido comprarlo y son los padres (por supuesto) los que se lo llevan.
Porque buscamos algo más que un dulce estacional
El turrón es un dulce muy estacional. Se vende durante un mes y luego pasa a ocupar armarios y cajones durante otros 11. El chocolate, los helados o las galletas no tienen ese problema. Además, en su estrategia de marketing están más enfocados al público joven quien los ve como un dulce para consumir todos el año.
Porque nuestros sabores de la infancia son otros
Del punto anterior deriva este. Los sabores de nuestra infancia son otros: el Kinder bueno, las Oreo, la cheesecake o hasta el chocolate. Hay empresas de turrón que han buscado en sabores como estos un nuevo filón para ampliar su mercado, sobre todo con el chocolate. Y otro ejemplo más: el helado de turrón es amado y detestado a partes iguales.
Ahora, como has llegado hasta aquí abajo, te lo tengo que preguntar: y tú, ¿vas compras turrón estas Navidades?
Foto de portada: @luisamoron