Ya comentamos hace unos meses la pequeña chapuza cometida por el Ayuntamiento a la hora de trazar el carril bici que unía Marino Blas de Lezo con Tarongers: la terraza de un bar, autorizada tiempo atrás, obstruía su paso. Un error administrativo hizo que ambos proyectos prosiguieran en paralelo, como si ningún encargado de Movilidad Sostenible supiera de la existencia de la licencia en Espacio Público.
La solución que se tomó fue la de la calle de en medio: hacer que el bar perdiera unos metros de terraza para que el carril bici pudiera ser construido. Esta inconveniencia retrasó la construcción de la vía ciclista, pero finalmente se pudo seguir adelante.
¿Quién paga las consecuencias?
Pero claro, recortar la terraza no solo supone un problema para ambas partes en cuanto al espacio. Hay también un coste económico. Y la pregunta es… ¿quién asume ese gasto? Porque la terraza tenía la licencia desde mucho antes de que esto ocurriera y tuvo que recolocar su pérgola y hacer una nueva a medida. Y de momento, no han visto un solo euro del Ayuntamiento.
El velador pasó de medir 21 metros a 16 tras el quiebro que tuvo que hacer la Concejalía de Movilidad Sostenible (en el punto de mira de muchos por la polémica decisión de prohibir el aparcamiento por la noche en el carril bus), pero ninguna de las obras que ha tenido que hacer el local se ha visto respaldada de forma municipal. Y el bar reclamará el coste al Ayuntamiento bien sea cubriendo el coste completo de la reinstalación o bien compensando las anualidades del pago de la terraza.
En la misma construcción se vieron afectadas también varias plazas de aparcamiento en línea para coches, espacio que se ha tenido que reconvertir en un más pequeño aparcamiento para motos.