Existe en el barrio de La Seu un pequeño callejón, ahora llamado calle Angosta del Almudín, que si bien hace honor a su nombre al ser verdaderamente estrecho lleva encima su parte de leyenda negra. Una historia de brujas.
Esta callejuela, una de las más apretadas de Valencia, se encuentra entre una de las fachadas del edificio del Almudín y un bloque de viviendas. Es muy tranquila y paseable, claro, pero no siempre ha sido así.
De hecho, no fue hasta 1862 que se pudo empezar a pasear por aquí de noche. Unas puertas en cada extremo cerraban el acceso nocturno a la zona a causa de unas inquilinas que, supuestamente, vivían aquí.
¿Un refugio para brujas?
No está documentado, pero se dice que en esta calle solían vivir brujas dedicadas principalmente a la elaboración de pociones mágicas de a saber qué efectos sobre los habitantes.
La realidad seguramente fuera que en el callejón quien viviera fuera una curandera que trabajase con hierbas y ungüentos, pero la superstición que acompaña a la Edad Media en general hizo que el miedo se implantara rápido.
Tal vez lo único realmente terrorífico que podemos encontrar en esta calle es que en los años 50 se encontraban aquí unas oficinas municipales donde había que venir a pagar contribuciones e impuestos. Tu espíritu estaba a salvo, pero tu cartera…
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