Por lo normal, asociamos el sonido de las campanas a la alegría de las bodas y ceremonias religiosas agradables. Es cierto que en la antigüedad eran usadas también como señal de alerta y que en ocasiones doblan por la pérdida de un ser querido. Pero sin duda alguna, lo que más reconoce nuestro cerebro cuando suena una campana es que se está marcando una hora.
En muchas ocasiones el sonido simplemente es. Lo oímos, no prestamos mucha atención y seguimos adelante. A veces hasta miramos el reloj y nos sorprendemos por “lo tarde que se nos ha hecho”, porque hasta que no ha sonado no hemos sido conscientes del tiempo que pasó.
En definitiva, las campanas son casi una herramienta que no necesitamos de forma imprescindible pero que ahí están. Y que el Ayuntamiento de Valencia haya decidido silenciar las de algunas parroquias como la de San Nicolás, en el barrio del Carmen, ha sentado muy mal a los convecinos.
Firmar para volver a escuchar las campanas
No se sabe por qué, no se ha dado una explicación oficial. Pero el consistorio ha decidido que no suenen más y esto ha exaltado a los habitantes del barrio. Y los ha unido: ya ha empezado una campaña de recogida de firmas para que vuelvan a doblar las campanas.
Teresa Gascó, una habitante del barrio, ha sido la impulsora de la campaña. “El barrio está degradado y sucio, y eso sí que me molesta”, dice Gascó. Una queja bastante habitual que se oye mucho: los problemas del barrio son otros, las campanas no deberían ser considerado uno de ellos sobre la suciedad u otros problemas de ruido.
Cabe decir que estas campanas solo sonaban tres veces al día. No como ocurre en la iglesia de la Santa Cruz que lo hacen cada hora de 8 a 22 horas. Ahí sí se han recogido firmas para que dejen de ser tan frecuentes (que lo hagan solo cuando llamen a misa o haya fiesta es la opinión más extendida). Pero, en ningún caso, que las campanas dejen de doblar. Eso nunca.