Todos los que hemos paseado por las cercanías del puerto de Valencia hemos visto estos edificios, similares a dársenas de autobús o hangares de avión. Estamos hablando, efectivamente, de las Atarazanas del Grao. O, en valenciano, Drassanes del Grau.
Estos edificios se construyeron en el siglo XIII. En esa época, el puerto de Valencia estaba en pleno auge por lo que se necesitaba un lugar apto para reparar los barcos y depositar los aparejos y las mercancías. En 1338 se decidió que se construirían las atarazanas. No se supieron las medidas de planta y alzado, eso sí, hasta el 12 de agosto de 1500, cuando se alcanzó el acuerdo sobre las obras de reparación y aplicación.
Estas edificaciones son cinco naves paralelas, de planta rectangular y de unos 10 metros de ancho por 48 de profundidad. Y, por la época, su estilo arquitectónico es el gótico valenciano.
Las atarazanas pierden su función
Además de para el comercio, las atarazanas se emplearon para armar buques y galeras de guerra para defenderse ante los piratas berberiscos durante los siglo XVI y XVII. Más adelante, tras la Guerra de Sucesión Española (1701-1713), los agentes de Felipe V se hicieron con los edificios para convertirlos en un almacén, principalmente de sal, cereal y trigo.
A principios del siglo XIX, fueron transferidas a la Hacienda Real como pago por una deuda contraída por el municipio. Fueron desglosadas y vendidas a particulares en 1849. Finalmente, en 1982 el Ayuntamiento recuperó su propiedad y las restauró a fondo, para empezar a usarlas en 1994 como un centro cultural que alberga exposiciones temporales, sobre todo de arte contemporáneo. Es curioso, eso sí, que una de las naves fuera utilizada como cine durante el año 1915.