En Valencia tenemos dos Navidades. La que se celebra igual que en el resto de España y la nuestra, única con sus dulces y eventos típicos. Es la Navidad del turrón de Jijona y Casinos, de los dulces de boniato y los rollitos de anís, de los buñuelos con chocolate y de la Casca. ¿La qué? Sí, la Casca, un dulce valenciano en peligro de extinción.
Seguramente no la habrás visto mucho durante estas Navidades porque el roscón de Reyes le ha comido el terreno durante el último siglo. Pero antes que el roscón estaba ella. Hablamos del postre navideño por excelencia muchas zonas de Valencia.
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Es un dulce de mazapán (azúcar y almendra molida) en forma de serpiente que, en realidad, representa a la anguila valenciana. El relleno está hecho de boniato confitado, aunque hay quien ha innovado añadiendo yema o ingredientes como merengue y canela.
Las primeras referencias a este dulce se remontan al siglo XV. Después, su popularidad crece a partir de principios del XX cuando se populariza por la festividad de Reyes. Un regalo típico que los padrinos regalaban a sus ahijados y que siempre debía ir acompañado de una caja. Este es otro elemento principal de la Casca, pues esta caja se decora con todo tipo de detalles y se hace solo una vez con la idea de que cada año se reutilice y pase de generación en generación.
La Safor y la Ribera Baixa son dos de las comarcas que más se aferran a esta tradición con el objetivo de que no desaparezca. En el resto de localidades y en las capitales de provincia, el marketing y las costumbres nacionales han dejado vía libre al roscón de Reyes. Si todavía quieres recuperar la tradición, aún la puedes comprar en algunas pastelerías de Gandía o Sueca, por ejemplo.