Eres el protagonista de La Ruta, la nueva serie de ATRESplayer. Háblanos de Marc, ese DJ de éxito al que has tenido que interpretar.
Pues en el primer capítulo a Marc lo pillamos en el momento cumbre de su carrera como DJ, pinchando en los mejores locales de Valencia. Ya muy metido en el mundo de La Ruta y la música, y quizá un poco vendido en este último.
Conforme se va desarrollando la serie, nos vamos a dar cuenta de que él en realidad lo que produce como músico es algo que por culpa de sus inseguridades no acaba enseñando a la gente. Termina vendiendo su alma a la música que sabe que gusta. Es un artista con una crisis de identidad súper fuerte por culpa de una serie de acontecimientos que veremos durante la serie.
Para mí lo guay de Marc es que aparte de esta cosa temporal que tiene la serie de ir hacia atrás y por lo tanto de crear muchos personajes dentro de un mismo personaje, él como persona cambia muchísimo durante estos años que pasan. Creo que como ningún otro personaje.
Esto ha provocado que muchas veces tuviera la sensación de que había dos personas distintas dentro del mismo personaje, que claramente se delimitan por un punto de inflexión que hay en la historia, donde ya veréis lo que ocurre.
Empieza siendo un potencial informático; un chico inteligente al que le va bien en los estudios y que saca buenas notas. Un chico conciliado con su familia que, debido a una serie de cosas y a un interés personal por la música, se acaba convirtiendo en DJ.
Parece que todos quieren ser como él pero que él desearía estar en la piel de otra persona. ¿Cómo has vivido esa dualidad en el personaje?
Es muy interesante esto de que quiere estar en la piel de otro. Creo que da pistas de una cosa que no me gustaría revelar ahora, pero que durante el transcurso de la serie nos vamos a dar cuenta de que quizás sí hay algo de eso. Hay una cierta usurpación de otra identidad que ya conoceremos durante la serie.
O sea, el hecho de que pienses que quieres estar en otra piel me parece muy interesante. Quizá yo no lo había pensado en ese capítulo en concreto, pero sí que hay un momento en la serie donde él claramente se ve de repente estando en otra piel que no es la suya, por varias razones. Yo creo que en el primer capítulo lo que le ocurre es que no sabe muy bien lo que quiere ni quién es.
“Muchas veces he tenido la sensación de que había dos personas distintas dentro del mismo personaje”
Siempre nos habíamos planteado a Marc como un tío que no sabe muy bien quién es; por eso decía lo de la crisis de identidad. Está un poco perdido. Y aunque tiene éxito y fama no consigue ser feliz, o al menos en ese primer capítulo.
Por eso le vemos equivocándose, tan distanciado de sus amigos y con tan poca capacidad para acercarse a su grupo de colegas, que al fin y al cabo se están reuniendo para despedirle.
¿Ves algún vínculo entre ese sentimiento y el que experimentan muchos jóvenes hoy?
Sí en el momento en el que le pillamos en el capítulo uno. Creo que normalmente la gente que tiene un viaje estrecho con las drogas suele empezar y acabar igual. Empiezas tomándolas como un vehículo perfecto para este proceso de emancipación que tenemos desde la adolescencia a la etapa adulta, donde de repente te abre todo un mundo de nuevas sensaciones y de experiencias que no tienen nada que ver con la persona que has sido antes y con las cosas que te han pasado antes.
Pero si te pasas de la línea al final acabas repitiendo siempre las mismas situaciones, hablando de lo mismo, y depende y cómo con personas que realmente no te apetecen. Acabas un poco deprimido y pesimista. A mí por lo menos es lo que me ha pasado.
Sí creo que hay un claro paralelismo entre el Marc del primer capítulo, que de alguna forma es ese tipo de gente de la que hablas, y gente que ahora está un poco en bucle en este tipo de vida.
Durante la década de los 90, muchos veían ‘La Ruta del Bakalao’ como la de la generación perdida. A día de hoy sigue siendo vista con cierta polémica. ¿Crees que la serie trata de romper con esa mirada que estigmatiza?
Sí, absolutamente. Creo que lo más interesante de la serie es esto: que va a desestigmatizar toda una serie de conceptos que siempre le hemos atribuido a La Ruta, como La Ruta Destroy, La Ruta no sé qué… Gente perdida… El pensamiento número uno después de ver a una gente que se droga en clubes es pensar que está perdida. No creo que sea exactamente así. He conocido también a gente muy perdida fuera de los clubs- Todo el mundo pasa por un momento durante su juventud en el que está perdido, aunque no te drogues como una rata y salgas a reventarlo a un club.
De hecho, durante esa década había mucha imaginación a la hora de crear fiestas. Éstas tenían más capas que las que hay ahora; quizá porque duraban más días. De repente sacaban paellas y había como una cosa un poco más lúdica y festiva. La Ruta no era tan destructiva y tan oscura como creo que se piensa, ¿sabes?
“Lo más interesante de la serie es que va a desestigmatizar toda una serie de conceptos que siempre le hemos atribuido a La Ruta”
Era un momento en el que había espacio para las fantasías que había sobre el ocio y para articular el ocio cultural de este país. Entonces surgió la Ruta del Bacalao; surgieron ocho discotecas que, por lo que sea y seguramente no era casualidad, cada fin de semana reunían a gente de toda España para bailar y pasárselo de puta madre.
Seguramente esos espacios eran mucho más importantes de lo que nosotros o la gente que en su momento decidió desvirtuarlos se piensa. Siempre pongo el mismo ejemplo: yo que he estado saliendo por Berlín, hay una forma de salir diferente, ¿no? Es como que se entra en un mundo paralelo donde hay otras normas. Los espacios en sí invitan a vivir esa vida de un modo distinto. Pero a la vez hay muchísimo respeto y la gente se lo pasa muy bien.
Creo que si en ese momento no se hubiera cortado el grifo, quizá ahora estaríamos hablando de que aquí tendríamos una especie de paraíso de la fiesta y la música. Es decir, unos clubs referenciales a nivel europeo. La gente tendría ganas de venir aquí a tocar y montar fiestas, como ocurría en ese entonces, y nos lo estaríamos pasando mucho mejor que con la fiesta y la organización del ocio que tenemos ahora. Estoy seguro.
Ahora que hablabas de esas ocho salas… Cada capítulo está rodado en una de esas discotecas que marcaron ‘La Ruta del Bakalao’: Puzzle, Espiral, N.O.D., ACTV, Spook, Barraca, Chocolate… Algunas de ellas existen todavía. ¿Cómo ha sido entrar en esos lugares que albergan tanta historia?
Bueno, la verdad es que el shock así más fuerte que tuve fue cuando entré en el Spook. Aun así, no he sido especialmente fan del revival. Estéticamente me molaba La Ruta, pero no tuve un crush emocional de “¡Buah, tío, estoy aquí en las discotecas!”
“Durante esa década había mucha imaginación a la hora de crear fiestas. Tenían más capas que las que hay ahora; quizá porque duraban más días”
Eres muy joven, pero ¿qué recuerdas tú de los 90? ¿Algo que eches de menos de esa época?
No sé, era un niño. Supongo que sí echo de menos cosas de esa época, pero no me acuerdo de mucho más que lo que he visto en las grabaciones. Supongo que a veces echo de menos ser un niño, y fui niño en los noventa, así que sí, pero nada en especial aparte de eso.
¿Crees que transitando cierto desfase es más fácil ponerse en la piel de los protagonistas de La Ruta?
Absolutamente. Al menos para mí a la hora de crear a Marc. Sobre todo en el primer capítulo, que es el más oscuro, me he sentido volcando una parte de mi vida. Como que gracias a eso ha salido el resultado del capítulo uno. Me refiero a ese estado en el que llevas ya muchas horas deambulando y, aunque te drogues, estás débil y con la energía baja. Hablo de esa debilidad en la que te quedas después de estar mucho rato de fiesta. Si has vivido la fiesta es más fácil conectar con todo eso: con la forma de hablar, con los gestos, con la sala, con el ambiente del club…
¿Con qué momento del rodaje de La Ruta te quedas?
Hubo muchas anécdotas y momentos muy buenos. Si tuviera que decir alguno, pues recuerdo que en Fallas fue una de las primeras veces que salimos todo el equipo. Creo que ya habíamos acabado los tres primeros capítulos. Nos fuimos todos de fiesta a una barraca. Bueno, no era una barraca; era como una fiesta así en medio de la calle con un DJ poniendo unos temas muy verbeneros. De repente nos juntamos ahí como 30 o 40 personas del rodaje y recuerdo una bola de gente cogida, bailando durante mucho rato, pasándonoslo de puta madre. Todo el mundo estaba de muy buen humor. Era una cohesión física y muy real del equipo. De tocarnos y abrazarnos. Estábamos súper eufóricos.
También otro momento en el que estábamos haciendo el capítulo 6 y tuve un flash: de repente encontré el momento en el que yo me enamoraba del personaje de Tony. Ojalá pasara más, pero hay momentos en los que el personaje te atraviesa de verdad. Hay muy pocos, poquísimos, pero de repente hay como pequeños momentos en los que dices: “Hostia puta, tío; o sea, este escalofrío que acabo de tener no tiene nada que ver con Àlex, ¿sabes?” Y lo notas. Y cuando pasa es muy fuerte porque realmente es estar viviendo la vida de otra persona. Noté una mirada con Tony y dije: “Hostia, me estoy enamorando de ella”. Y fue muy heavy; como estar en otra vida literalmente.
“Sobre todo en el primer capítulo, que es el más oscuro, me he sentido volcando una parte de mi vida”
¿La serie está basada en hechos reales o es ficción?
Es ficción. O sea, hay muchas referencias a cosas sacadas de libros y cosas que ocurrieron de verdad, pero los personajes están absolutamente ficcionados.
¿Tu personaje está basado en alguien? ¿Te has fijado en algún personaje popular o en alguien?
Tenía siempre cierta conexión con Frank Lennards, que es un DJ de La Ruta que nos ayudó muchísimo a mí y a Guillem a pinchar y a poner los vinilos. Fue un poco nuestro Jake LaMotta en Raging Bull. El tío que estaba ahí contándonos cómo funcionaban las cosas a nivel técnico. Sí hubo algunos detalles que me podrían haber inspirado de él, pero nada más. Fue más bien
convocar una energía así, similar. Creo que es como una conciencia corporal que por intuición notaba que tenía que ir por ciertos lados, y ahí apareció Marc.
Aparte creo que los guiones están muy bien escritos. Esto es otro punto que me molaría hacer. Creo que los guiones de La Ruta molan muchísimo y que es mucho más fácil crear personajes cuando tanto la estructura de escenas como los diálogos están tan bien escritos.
“Ojalá pasara más, pero hay momentos en los que el personaje te atraviesa de verdad, y dices: ‘Hostia puta, este escalofrío que acabo de tener no tiene nada que ver con Àlex’”
¿Habías pinchado música alguna vez?
No. Pero mira, ahora que hablábamos de Le Rachdingue, pinché allí cuando acabé la serie. Es un club de Girona. Pinché fatal porque no tenía ni puta idea; fue horrible. Un colega mío me dijo: “Tienes que pinchar porque has hecho de DJ, y tienes que venir vestido del personaje”. Y yo le dije: “¿Pero qué dices? No tengo ni idea”.
Y al final pues sí: pinché en Le Rachdingue y estuve veinte minutos hasta que se fue todo el mundo de la sala. Entonces me dijeron: “Bueno, ya se ha acabado; ya has acabado tu sesión”.