Puede que sea por culpa de las películas de Hollywood, el caso es que el tema de las primeras citas siempre da para mucho. Sobre todo si salen mal, algo que a mí me pasa el 70% de las veces (las otras 30% es la segunda cita la que falla). El nerviosismo no suele jugar buenas pasadas, y además es como los perros: huele tu miedo y llama a la mala suerte y ésta se acerca hacia ti como un jabalí hambriento.
Pero como hay que reírse de las desgracias propias, os contaré algunas de las más…¿interesantes? Perdón por la vergüenza ajena.
1. Amores de mercado, los menos queridos
Discutimos por coger el mismo calabacín en el Mercado Central hasta que me di cuenta de lo mono que era. Decidimos tomar un vino en la Plaza de la Virgen. Se empeñó en pedir el más caro, convenciéndome de que pagaría todo… hasta que llegó la cuenta y “ups… pensaba que había salido con más dinero… ¿lo pagas tú?”. Después de vaciar el monedero encima de la mesa, salí de allí corriendo, no fuera a ser que me pidiera también para el bus.
2. Corpore sano en mens no tan sana
Lo conocí en el gimnasio, uno de esos días en los que me digné a ir. Parecía majo y nunca había estado con un tío tan cachas, así que acepté. Y hasta la hora. Se empeñó en llevarme de fiesta a Cocoloco. Al volver del baño, lo descubrí morreándose con la chati del vestido ajustado y escote hasta el ombligo. Me fui para dejarles intimidad.
3. Relaciones internacionales fallidas
Un día, saliendo con unas amigas de fiesta, me encontré a ese guapo italiano que viene conmigo a clases de inglés. Iba más arreglada que a clase y el alcohol me había desinhibido, así que vi el cielo abierto. Nos sentamos en los sofás de la disco a meternos mano, lo tenía hecho. Hasta que mi amiga la borracha se me sentó al lado, se tumbó en mi regazo, y estalló en forma de vómito. Cuando levanté la cabeza con espanto, Piero se había ido. Nunca más me dejó sus apuntes.
4. Hippie, flores y sol
Quedamos en los Jardines de Monforte para buscar un lugar resguardado de las miradas. Nos pusimos en el césped, al sol, y empezamos a hablar de todo hasta que me empecé a encontrar mal. Me tuvo que llevar en brazos hasta la sombra más cercana, le obligué a abanicarme y me sujetó el pelo mientras vomitaba. Huid de las insolaciones en la primera cita.
5. ¿Bueno por conocer?
Era el amigo de una amiga, ése que has visto por Facebook y la mareas diciéndole “a ver cuándo me presentas a ese maromazo”. Tan guapo… Cuando al fin conseguí quedar con él, me di cuenta de que yo todavía no había abierto la boca. El señor llevaba 90 minutos hablando de él, de su vida genial, de lo bien que le iban las cosas, de lo que le miraban las tías… Le dije que me había dejado el gas abierto.
Fuente portada: foto de nuestro seguidor Juan Miguel Sala