Si eres de Paterna o alrededores, seguro que sabes de qué hablamos cuando se pronuncia la palabra cachap. En esta localidad, la sagrada hora del café se suele acompañar de un dulce que es único en el mundo y que forma parte del patrimonio cultural de la ciudad. Al mismo nivel que la Torre de Paterna, el Calvario o la Cordà.
Este postre se compone de finas y crujientes capas de hojaldre rellenas de crema y ya es más que centenario. Los primeros cachaps producidos en Paterna datan de principios del siglo XIX. Salieron de las manos de Celestino Monrabal y su hijo Mariano en el Horno Nuestra Señora del Rosario (C/ Metge Ballester, 3), siguiendo una receta familiar transmitida de generación en generación. Sin embargo, por aquel entonces, no tenían nombre.
Los dulces hojaldrados fueron adquiriendo fama con el paso del tiempo y fue en 1923 cuando la historia les otorgó un nombre. Durante la boda del «Tío Cachapot», un ilustre vecino de Paterna y amigo de la familia Monrabal, encargó al horno que elaborase este pastel para ofrecérselo a los comensales durante el banquete. Fue a partir de ese momento cuando se pasa a conocerlo como cachap, en honor al «Tío Cachapot«.
Después, los descendientes de los Monrabal continuarían con la tradición hasta que en 1947, Manuel Sánchez (Manolo, el dels cachaps), empleado de la familia, continuó con la elaboración de los cachaps. El éxito de este dulce está en el secretismo en torno a su receta transmitido durante siglos entre pasteleros. Hasta el punto de que actualmente los cachaps son un dulce protegido por una patente y su producción original solo se puede realizar en este horno de Paterna.
Foto de portada: @cebrianjudith (Instagram)