Toda tradición tiene un principio, aunque muchas veces queda escondido bajo capas y capas de mitos y leyendas y finalmente termina difuminado y confuso hasta el punto en que es imposible contrastar la veracidad de su origen. Esto ha ocurrido con muchísimas historias, como la razón por la que el animal valenciano es el murciélago (y como dijo Michael Ende, esto es otra historia y debe ser contada en otra ocasión).
Afortunadamente para nosotros, las Fallas tienen un origen que no se ha perdido en las profundas fosas del abismo. Au contraire, su nacimiento parece tener un punto bastante claro en lo tradicional.
El origen etimológico
Antes de entrar en materia, desvelemos un hecho: ¿por qué las Fallas se llaman fallas y no de otra forma?
En realidad es bastante sencillo: en valenciano medieval falla viene del latín fax, antorcha. Y en el Llibre dels Fets se dice que las tropas de Jaime I usaban fallas para iluminar tanto el camino como las tiendas de campaña.
Posteriormente este término empezó a usarse también para referirse a las hogueras que se encendían en las fiestas. Y de ahí, hasta ahora.
La tradición de las Fallas
¿De dónde parte esta tradición entonces? Hay que remontarse a varios siglos atrás, cuando el día de la víspera de su patrón San José (19 de marzo) los carpinteros sacaban a la calle todo el material de sobra que tenían en sus talleres y le prendían fuego para limpiarlos y ordenarlos en la entrada de la primavera.
Además de todo este tinglado se quemaban también los parots, una “percha” de la que colgaban sus candiles y que a partir de esa fecha se hacían inútiles. Esto es lo que llamamos la cremà.
Poco a poco, en vez de quemar simplemente los restos del trabajo fueron creándose estructuras irónicas y críticas, a menudo incluso censurables, pero siempre con sentido del humor.
A finales del siglo XIX (1870) los festejos populares fueron objeto de persecución, lo que provocó todo un movimiento de defensa de las tradiciones. Finalmente, la revista La Traca empezó a otorgar el premio a la mejor falla a partir de 1885, premio del que se encargaría el propio Ayuntamiento valenciano desde 1901.
Con esta unión entre pueblo y autoridad, las Fallas crecieron rápidamente en número, estructura y organización, llegando a la importancia y calidad de la que disfrutamos hoy en día.
Cabe destacar que, desde noviembre de 2016, nuestras Fallas están en la Lista Representativa del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO.