Ya sabemos lo complicadas que son estas fiestas: un dineral gastado en regalos, cenas por todas partes, beber vino como si fuera agua… Vamos, que es probable que termines todas estas comilonas con unos cuantos kilos de más y unas melopeas caballo, con sus consecuentes resacas. Como nos preocupamos por ti, te damos los 10 mandamientos para sobrevivir a la Navidad, porque nos gustaría poder verte en las siguientes festividades.
1. Amarás las verduras hervidas sobre todas las cosas
No seas tan negativ@; pruébalas con alguna salsita, verás como están mejor de lo que esperabas.
2. No dirás la frase “no me eches mucho” en vano.
Grita a los 4 vientos que no quieres que la comida sobrepase los límites del plato; ya sabes cómo son tu madre, tus tías y sobre todo tu abuela en ese tema de que no comes nunca lo suficiente.
3. Santificarás los postres sin azúcar.
Siempre ronda en tu cabeza esa vocecita que te dice «no deberías», pero si el postre es sin azúcar, ¿cuál es el problema?
4. Honrarás a tu padre y a tu madre.
Porque lo más probable es que hayan sido ellos los más trabajadores en la preparación de las comidas de estas fechas.
5. No te pasarás con el vino.
No hay nada peor que una resaca, eso lo sabes de sobra. Así que como después de la cena le darás un poco a la botella de ginebra, intenta mantener el tipo con el zumo de uva, anda.
6. No comerás nada impuro.
Como cualquier aceite que no sea Virgen, o jamón sin denominación de origen. Aquí hemos venido a jugar, y morir de colesterol no es lo mismo si los alimentos no son los mejores en su especie.
7. No probarás los hidratos más tarde de las 22:00.
Por mucho que quieras mojar pan en las salsitas, es mejor que no lo hagas. No te preocupes, la mayonesa se puede comer a cucharadas.
8. No engullirás como una foca malaya
¿Qué prefieres? ¿Comer mucho de un sólo plato o poder probarlo todo de una manera coherente?
9. No desearás la comida del de al lado.
Tuviste tiempo para elegir el cochinillo en vez de la lubina al horno, ahora te fastidias.
10. No codiciarás absolutamente todo lo que hay en la mesa.
Ya no sólo por tu salud, sino por no estar molestando al resto de la mesa metiéndoles la mano por delante para poder coger el plato de gambas, o no estar molestándoles con tus gritos de «¡pásame el jamón!»