1. Siempre sales con el tiempo justo porque tenes una parada cerca de tu casa, pero nunca tienes en cuenta que tienes que dejarla en un aparcamiento y ¡ZAS! Por supuesto nunca tienes sitio en tu destino.
2. No confías en nada en la seguridad de la canasta, y pedaleas con miedo a perder todo lo que has metido allí.
3. Descubres un odio irracional hacia esos malditos peatones que pasean tranquilamente por el carril bici. ¿Por dónde se creen que van? Menos mal que ya te encargas tú de recordarles su lugar con un bocinazo.
4. De las 20 bicis del aparcamiento, siempre tienes ese ojito clínico de cogerte la que tiene una rueda pinchada.
5. …O a la que no le funcionan los frenos… Siempre tentando a la muerte.
6. Como vas sobre ruedas, te confías y se te olvida que no vas en tu coche, cerrado, aislado del resto del mundo. Querido amig@, en las valenbisi, si cantas, te podemos oír todos.
7. ¡Uf! Menos mal que queda una bici… Pero espera… ¿Por qué no me deja cogerla? ¿Cómo que no hay bicis disponibles? ¡Pero si la estoy viendo ahora mismo!
8. Malditas sean las zonas sin carril bici…
9. Llevas tanto tiempo acostumbrad@ a las “Valenbisi” y a su peso descomunal, que cuando coges la mountain bike de tu amigo te crees Aladin en la alfombra mágica.
10. Y sí, aunque creas que no, te volverá a pasar lo de “bah, no va a llover, me cojo la Valenbisi” y… sorpresa! Terminarás llevando más agua encima que el río Turia.